Patente homenaje al magisterio leonardesco de los matices y los claroscuros, el episodio legendario de la unión mística de santa Catalina de Alejandría con el niño Jesús es concebido por Sodoma como una ceremonia recogida y compuesta. Mientras el joven mártir se inclina humildemente para recibir el anillo, el anciano José es llamado a declarar en la boda, quien con su presencia también sirve para dar una equilibrada simetría a la imagen y una centralidad no sólo geométrica a la figura de María. Finalmente, la singular pérgola rústica que enmarca al trío contribuye a subrayar la estructura jerárquica de la composición, más allá de la cual se abre una mirada lejana, brumosa e indistinta, un paisaje de “perdimenti” igualmente consciente de la lección de Leonardo.