El Bautismo de Cristo se puede leer en paralelo con el otro cuadro de la colección, la Adoración de los pastores, ambos realizados como bocetos de una obra monumental formada por varios lienzos y destinada a una iglesia madrileña. El Greco aprovechó el formato vertical para dar un impulso ascendente a las composiciones: si para las representaciones del Bautismo es bastante común poner la escena en vertical, para resaltar la venida del Espíritu Santo sobre Jesús, esta modalidad es, sin embargo, decididamente inusual para la Adoración de los pastores. En los dos cuadros, El Greco ha organizado el espacio dividiéndolo por la mitad: por debajo del mundo material, por encima de la realidad sobrenatural, unidos por una luz casi plateada, la luz divina, que emana de Dios en el Bautismo, de las huestes angélicas y de el Niño en la 'Adoración. Los dos lienzos muestran, en la libertad compositiva de las escenas, en la elección de los colores y en la hábil dirección de la iluminación, cuánto para El Greco, incluso después de su traslado a España, la experiencia de la pintura veneciana, en particular de Tintoretto, fue céntrico y fructífero