El friso es obra de Bertel Thorvaldsen (1768-1844), escultor danés de renombre internacional que rivalizó con Canova en la primacía de la escultura entre los siglos XVIII y XIX. La obra se conoce en varias versiones: la original, en estuco, se encuentra en la Sala delle Dame del Palacio del Quirinal y fue realizada en junio de 1812 con motivo de la visita de Napoleón a Roma. Sin embargo Bonaparte se vio obligado a desistir del viaje, debido a la desastrosa campaña rusa, pero encargó una reproducción en mármol para el Panteón de la capital francesa, que sin embargo nunca llegó a su destino. En 1818, el marqués Giovan Battista Sommariva se hizo cargo del encargo para su residencia en Villa Carlotta en Tremezzo. El friso todavía está en su lugar, en el segundo piso del Museo Villa Carlotta, y consta de treinta y tres losas, no todas presentes en la versión de yeso de Pavía, ya que numerosas partes del friso sufrieron daños irreparables durante el transporte desde Roma, que tuvo lugar en 1840. El tema representa la entrada triunfal de Alejandro Magno y su ejército en la ciudad de Babilonia, conquistada por los macedonios en el otoño del 331 a. En el evento representado, dos procesiones convergen hacia un único punto central, encabezadas por las alegorías de la Paz y la Victoria. Los personajes inmortalizados aquí constituyen una gran parte de la vida en la Babilonia de esa época. La disposición escenográfica del friso está influida por la repercusión histórica y cultural que tuvo el acontecimiento en aquella época y por el clima general de grandeza suscitado por las fuentes de la tradición clásica griega y romana. La relectura del friso de Thorvaldsen en el contexto original nos permite también resaltar el significado simbólico de la obra: Napoleón es un nuevo Alejandro y Roma una nueva Babilonia.