El tablero conserva la pintura original no solo en el tablero, sino también en el marco. Aquí aparece un cartucho pintado con la firma de su autor: Antonello da Messina. En su vida transcurrida entre su Sicilia natal, Nápoles y Venecia, Antonello supo crear un puente entre las tradiciones pictóricas italiana y flamenca. El resultado fue un arte caracterizado por una meticulosa representación de los detalles, una amplitud monumental y una intensa carga emocional. El Ecce Homo fue adquirido en 1824 por Giacomo Spinola y se conserva en este edificio desde entonces.

La cultura barroca transforma y atribuye nuevas funciones a los objetos. No se trata de un simple marco, sino que en realidad alberga una escena mitológica en diálogo con la pintura que contiene. A ambos lados del cuadro, las diosas griegas Hera y Atenea esperan el resultado de un concurso de belleza. Arriba a la derecha el pastor Paris, juez del concurso, indica el ganador: Venus, o la figura retratada en el cuadro. Quizás originalmente el marco contenía un espejo. Cada espectador se convertiría así, mirando la obra, en protagonista temporal de la narración.

Guido Reni fue reconocido por sus contemporáneos como un artista "divino". Sus obras encarnaron, en la Europa de la época, un perfecto ideal de belleza. Esta pintura presenta a Cupido, dios del amor profano, con los ojos vendados y atado a un árbol. El dios del amor sagrado Anteros, en el lado opuesto, quema las flechas de su rival. Es una escena moralizante que celebra el triunfo del sentimiento virtuoso sobre el amor carnal. Ya en el siglo XVIII, el lienzo se conservó en el salón del Palacio Spinola donde aún se encuentra hoy.

El pintor flamenco Antoon Van Dyck se consagró como un gran retratista en Europa y vivió muchos años en Génova. Originalmente, este lienzo representaba al joven Ansaldo Pallavicino junto a su padre Agostino, pero en el siglo XVIII el lienzo fue cortado en dos partes. No se sabe si esto se produjo por una división hereditaria, motivada por el valor económico de la obra, o como consecuencia del daño sufrido por la pintura. Por supuesto, este lienzo es el único fragmento sobreviviente de una obra que alguna vez fue más grande.

En el siglo XVIII, los espejos de este tamaño se producían únicamente en París. Así que en 1736, sin escatimar en gastos, Maddalena Doria hizo entregar una gran placa de vidrio al Palacio Spinola directamente desde la capital francesa. El espejo fue transportado por mar y, para enmarcarlo, se construyó en Génova una gran estructura de madera rica en detalles ornamentales. Flores, dragones y querubines interactúan con las demás decoraciones de la habitación y transforman un mueble en una obra maestra escultórica.

El tema sagrado que da título al gran lienzo está representado en la parte inferior del cuadro, mientras que en primer plano domina la escena la caravana de animales y objetos, encabezada por el sirviente de cara al espectador. La obra muestra la habilidad de Grechetto, pintor de gran cultura y con un código estilístico inconfundible, para plasmar este tipo de temas. Fue adquirido por Ansaldo Pallavicino en 1652 junto con otras obras del pintor, al día siguiente del traslado del noble al Palazzo di Pellicceria.

Bernardo Strozzi es uno de los grandes protagonistas de la pintura genovesa. Maestro del color, artista de pincelada rápida y con cuerpo, Strozzi también logró un gran éxito fuera de Liguria, terminando sus días en Venecia. Este lienzo, caracterizado por colores ácidos y fuertes contrastes de luces y sombras, fue pintado en su juventud. La expresión de la Virgen nos deja imaginar la presencia, a sus pies, del cuerpo muerto de su Hijo. El lienzo probablemente se guardó en el Palacio Spinola ya en el siglo XVII.

En su corta vida, Valerio Castello logró revolucionar la pintura en Génova. Con sus pinceladas rápidas y fluidas y las poses rítmicas y danzantes de sus figuras, el pintor se convirtió en uno de los primeros exponentes del barroco genovés. Este lienzo representa el matrimonio entre la Virgen María y San José. Conservado en el Palacio Spinola desde mediados del siglo XIX, el lienzo es la probable transposición en pequeña escala de un fresco perdido realizado para la iglesia destruida de Santa Maria dello Zerbino.

Las porcelanas orientales eran consideradas artículos de lujo y ya en el siglo XVI comenzaron a adornar las casas de los nobles europeos. Las técnicas para producir porcelana permanecieron desconocidas en el mundo occidental hasta el siglo XVIII y así la cerámica oriental adquirió un aura de misterio, encanto y exotismo. Estos cuatro jarrones fueron producidos en China con el objetivo de ser exportados a Europa. El diseño que las decora está compuesto por grandes capullos de flores de loto, entre los que aparecen una serie de animales acuáticos e insectos.

No se sabe cuándo esta pintura pasó a formar parte de las colecciones del Palazzo Spinola. La figura alegórica lleva tanto los atributos alegóricos de la Fortaleza, la espada y el escudo, como los de la Justicia, el globo terráqueo y las fasces. Es una obra del pintor Domenico Piola, en la que las figuras de la mujer y los dos putti se articulan en delicadas poses. La composición es el resultado de los experimentos realizados por Piola en el desarrollo de figuras alegóricas.

El pintor boloñés Marcantonio Franceschini fue portador de un lenguaje clásico y equilibrado muy apreciado en Génova. En este lienzo, la escena bíblica se representa como si tuviera lugar en el escenario de un teatro. Salomón, el anciano rey de Israel, es arrastrado frente a una estatua pagana. Sus numerosas esposas, jóvenes y hermosas, se aprovechan de su debilidad y lo llevan a adorar nuevas divinidades.

Las obras de este tipo representaban un artículo de lujo en los hogares genoveses y eran realizadas por plateros flamencos a partir de diseños de artistas locales. La presencia de un episodio de la vida de Cristóbal Colón no es casual. La salida del explorador del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 habría dado el inicio a la expansión colonial del imperio español. Los genoveses, política y económicamente vinculados a España, muestran estas escenas para subrayar la deuda que el imperio tenía con Génova, ciudad natal de Colón. Como puede verse en los libros de gastos de Agostino Pallavicino, padre de Ansaldo, quien en 1650 se convirtió en propietario del Palacio de Piazza Pellicceria, fueron encargados al platero flamenco Matthias Melijn.