Entre las obras más sentimentales de la vasta producción pictórica de De Mura, el cuadro ilustra a la Sagrada Familia descansando durante la huida a Egipto. La escena casi bucólica se centra únicamente en un lado de la composición donde se encuentran reunidas las tres figuras, que se relacionan entre sí con un juego de miradas. El ambiente, íntimo y sereno, lo da la tenue luminosidad del crepúsculo, reforzada por algunos puntos de color: la rosa carne del niño, los habituales rosa y azul del manto de la Virgen, el ocre del manto de San José y el rojo de la tela debajo de la almohada.Los críticos han comparado la pintura con el fresco realizado por el pintor en la iglesia de la Nunziatella, en 1751, que ofrece una referencia cronológica.