Andrea Mantegna, joven prometedor en la Padua de Donatello y Squarcione, pronto se convirtió en uno de los artistas más famosos de su tiempo, dominio confirmado por su traslado definitivo a Mantua, a la corte de Gonzaga. La Virgen y el Niño es una obra de madurez del artista, probablemente realizada en los años en que el pintor trabajaba en los Triunfos de César . Esta imagen austera y al mismo tiempo conmovedora de la maternidad prefigura el futuro sacrificio de Cristo en la cruz: a ello aluden la pulsera de coral rojo que porta el Niño y la mirada lejana, velada por la melancolía, de la Virgen. Los colores apagados de la obra son el resultado de la adopción por parte de Mantegna de su técnica favorita al temple, que utiliza extendiendo finas veladuras sobre un lienzo de lino muy fino.