El pequeño lienzo representa el momento en que Francisco, en el monte Verna, espera la visión celestial de un ángel serafín en la cruz que anticipa el acontecimiento milagroso de la recepción de los estigmas. La elección de representar este momento de inquietud ofrece al pintor la oportunidad de experimentar todo el potencial simbólico y psicológico del paisaje: impermeable y sublime, la naturaleza es tan poderosa que se convierte en protagonista, pintada con una gama cromática reducida a unos pocos matices de azul es gris. Dos figurillas de frailes se dirigen al santuario que se levanta en lo alto de una colina, luego de haber cruzado un puente improvisado hecho con simples tablones de madera. En el lado opuesto, a lo lejos, se vislumbran algunos edificios, rodeados de un paisaje montañoso, que recuerda quizás a los paisajes de origen del pintor de Alagna, pero también a las montañas de los Abruzos atravesadas y vividas durante la larga estancia en estos lejanos tierras