La exposición a cargo de Lorenzo Canova es un viaje unitario y polimórfico en la obra de Maurizio Pierfranceschi (Roma, 1957), caracterizada por una experimentación constante de soluciones ofrecidas por la pintura y la escultura, fusionando la abstracción con la emergencia de elementos figurativos y el diálogo con la naturaleza hacia una visión de origen conceptual.
 

La exposición, cuyo título Muda y mudable alude a una idea de la pintura como lenguaje al mismo tiempo elocuente y silencioso, reúne alrededor de setenta obras entre pinturas y esculturas representativas de toda la producción del artista, de las cuales una decena fueron creadas especialmente para esta ocasión (entre otras, los cuadros Pálido, Entre las ruinas, El botánico y las esculturas en madera de roble y hierro Kouros y Jirafa). Desde los años ochenta hasta la producción más reciente, las obras se presentan juntas por su cercanía temática y estilística, aunque a veces fueron realizadas con años de diferencia.  
 

El recorrido expositivo comienza con el ciclo más reciente de pinturas, caracterizadas por una estructura cromática compacta y luminosa y animadas por el diálogo con los amados artistas del pasado, y continúa con obras marcadas por una pintura material-objetual (El hombre y el árbol, 2016; Solitario, 2013; Selva, 2013) puestas en diálogo con algunas esculturas (Trineo portahuesos, 2011). Posteriormente se encuentran la gran pintura-instalación Obra, 1990 y los cuadros Pastoral, 2009 y Metopa 5, 2011, en los cuales el vacío se enfrenta al "lleno" resplandeciente de la pintura. El recorrido continúa con las pinturas obtenidas con pinceladas difuminadas y vibrantes de límites misteriosos (Melancolía, 1998, Sobre los cuerpos sumergidos, 2000, En tierra fangosa, 2000) y con un ciclo de obras más recientes donde la pintura evoca charcos y vegetaciones, reflejos de agua y follaje, en una dimensión suspendida entre permanencias icónicas y sugerencias abstractas (Tierras de sombra, 2024, Exsiccata verde, 2008).
 

El recorrido está marcado por la presencia constante de algunas esculturas realizadas a lo largo de los años y que representan casi una extensión tridimensional de su visión pictórica.

La exposición está concebida como una especie de gran instalación, a través de una visión "ambiental" basada en el eje simbólico de la sacralidad de la pintura, de su capacidad de renacer y renovarse más allá de los estilos efímeros y las modas temporales.