Tiepolo dominó la pintura veneciana y europea del siglo XVIII con sus retablos monumentales, sus refinadas pinturas de temas mitológicos y, sobre todo, con sus imponentes decoraciones al fresco, que destacan por su extraordinaria vena inventiva y su sorprendente vivacidad y ligereza cromática. Según una práctica típica de la tradición pictórica de los siglos XVII y XVIII, Tiepolo establecía las líneas generales de sus composiciones en bocetos que presentaba a los clientes para su aprobación preliminar. Estos pequeños cuadros alimentaron también un próspero mercado de coleccionistas, formado por aficionados que apreciaban en ellos la frescura de la primera idea y el testimonio más inmediato de la mano del maestro. El lienzo de Carrara es un boceto del retablo realizado por Tiepolo para la catedral de Bérgamo en 1743.