De 1 marzo a 31 diciembre 2025
El grupo escultórico de "Orfeo y las Sirenas" consta de tres estatuas de terracota de tamaño casi natural. Originalmente caracterizado por una animada policromía y en parte restaurado en época moderna, representa el episodio mítico extraído de la saga de los Argonautas. Las dos Sirenas entonan su canto mortal, mientras, frente a ellas, el cantor Orfeo, abriendo los labios en un canto melodioso, salva a los marineros del peligro. Sentado en un trono donde aún quedan rastros de la decoración original a color, sostiene en la mano derecha el fragmento de un plectro, y en la otra posiblemente un instrumento de cuerdas, hoy perdido.
Es plausible que una obra de tal magnitud y precisión, realizada en Taranto a finales del siglo IV a.C., adornara una rica tumba de la ciudad, donde se conocen tumbas monumentales decoradas con elementos de terracota.
Se trata de una obra de valor incalculable fruto de una excavación clandestina en un área arqueológica de la zona en los años setenta y posteriormente exportada ilegalmente a los Estados Unidos de América.
Apollonio Rodio narra en las Argonáuticas que, al regresar de la misión del Vellocino de Oro, los Argonautas llegan a la isla de las Sirenas, que encantan y matan a cualquiera que desembarque. Aquí los héroes son salvados gracias a la intervención del cantor tracio Orfeo, quien, tocando la cítara e entonando un canto animado, llena los oídos de los marineros, salvándolos de la voz de las doncellas. Según algunos, las Sirenas, atónitas por la derrota, se arrojan desde los acantilados. Las dos Sirenas, representadas como aves rapaces con cuerpo de mujer según la iconografía más antigua, erguidas sobre largas patas con garras ancladas a la roca, visten una corta túnica ajustada en la cintura que termina en una cola en forma de abanico. Una Sirena canta, levantando los brazos hacia arriba, la otra, con los rizos casi completamente conservados, se toca el mentón flexionando el otro brazo en una postura a menudo utilizada para expresar dolor.
Frente a ellas, Orfeo, sentado en un trono donde aún quedan rastros de la decoración policroma original, apoya los pies en un taburete. Solo lleva la capa, envuelta alrededor de las piernas y sobre el hombro izquierdo dejando al descubierto el pecho. La cabellera, probablemente trabajada por separado, se ha perdido. Apenas abre los labios, quizás en canto, en la mano derecha sostiene el fragmento de un plectro, en la otra debía sostener un instrumento de cuerdas, hoy perdido. El mito es raro y peculiar y puede decir algo sobre el difunto que lo eligió. La figura de Orfeo, de hecho, en el siglo IV a.C. es símbolo del triunfo de la armonía sobre el desorden, un concepto fundamental del pensamiento político y filosófico pitagórico, particularmente extendido en la Magna Grecia, perseguido por el filósofo Aristóxeno de Taranto y amado por Arquitas, quien gobernó Taranto en la segunda mitad del siglo IV a.C. Por lo tanto, se podría imaginar que la tumba adornada con las estatuas de Orfeo y las Sirenas pertenecía a un iniciado en la religión órfico-pitagórica.
Via Cavour, 10, Tarento, Italia
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