La exposición se inspira en la reflexión de que todos necesitamos tener recuerdos y conservar los de la infancia en un lugar mental, secreto e íntimo. Una infancia vivida, imaginada, deseada o nunca tenida. Los artistas a menudo reflexionan de manera psicoanalítica sobre este momento de la vida que puede representar para cada uno de nosotros un paso vital cruel, dulce, diferente e importantísimo.
Desde el recuerdo desencadenante de la magdalena proustiana parte la reflexión sobre el mundo maravilloso de los recuerdos de la infancia y la juventud. Una especie de delicada nostalgia, un deseo nunca apagado de continuar en ese estado de gracia, un anhelo de revivir de otra manera ese momento particular de la vida, habita en los artistas invitados que lo han idealizado y lo han convertido en el eje central de su búsqueda.

En Odonchimeg Davaadorj es la familia lejana que genera recuerdos y deseos expresados en núcleos precisos de cuerpos acoplados de los que surgen familias y situaciones afectivas.

Edi Dubien aún espera su parte de infancia, que le fue negada por haber nacido en un cuerpo femenino no aceptado y transformado en uno masculino mediante una operación de cambio de género.

Julia Haumont desea perpetuar una situación infantil de "niña en flor" en la que está a punto de florecer esa sexualidad intrigante, perversa e inconsciente al estilo de Lolita.

Giusy Pirrotta inserta su mundo personal en las raíces profundas de la tradición y las prácticas mágicas ancestrales donde la fantasía de los niños puede dar espacio a los sueños y deseos, incluso los peores, en forma de pesadillas. El fresco global que surge de esta exposición es el de una infancia interrumpida en la que cada uno desearía encontrar silencio y serenidad, distancia y alienación de este mundo que nos aterra y nos perturba profundamente.