Emanuele Becheri (Prato en 1973) se graduó en la Academia de Bellas Artes de Florencia en 1995. El Museo del Novecento de Florencia le dedicó una exposición personal en 2020 "Sculture e disegni" curada por los críticos Sergio Risaliti y Saretto Cincinelli.

El recorrido creativo de Emanuele Becheri se ha desarrollado a través de varios medios expresivos, desde la música hasta la fotografía, desde el video hasta la escultura, llegando recientemente a experimentaciones con terracotas cuya superficie a menudo está pintada y "empolvada" con pigmentos terrosos, opacos y sordos. En el dibujo, el artista se autorretrata a menudo y hay una alusión a la figura humana que encontramos en todas sus obras, una cita de sí mismo y de lo más profundo de su alma y de su cuerpo. No parece indispensable un enfrentamiento con los artistas del pasado para comprender su poética, ni siquiera para encontrar raíces de su arte o indicaciones para la lectura de sus obras, que permanecen suspendidas en un líquido amniótico ancestral y atemporal en el que la arqueología y la fantasía, el barroco y el minimalismo, encuentran conexiones impensables.

Los paisajes y retratos, compuestos por signos fragmentados, se extienden sobre trozos de papel desgarrados y torcidos, arrancados de cuadernos o cortados sin atención para resaltar su fragilidad y la introspección personal y dolorosa.
Las esculturas, especialmente caballos y figuras en pareja, se "deforman" en el espacio en posiciones entre lo arcaico y lo barroco, colocando al espectador en la incómoda posición de tener que cuestionar el concepto de esbozo, no terminado y concluido.
Emanuele Becheri subvierte los esquemas clásicos de la escultura apropiándose de todas las herramientas y materiales adecuados para su realización e identificación, pero invirtiendo estos esquemas para su uso personal.

Al tratarse principalmente de formas tridimensionales, siempre identificables con la forma humana o animal, el artista nos coloca en la incómoda condición de identificar siempre al sujeto representado pero presentárnoslo como una forma o una masa en la que la materia sobrepasa y subvierte su identidad. En equilibrio entre lo reconocible y lo irreconocible, su obra permanece en la cresta de lo informal y lo figurativo donde, en un choque frenético, la arcilla intenta superar la forma y la forma intenta domar la materia. Todo en el artista, que es a la vez músico y performer, permanece en la dinámica del duelo entre lo expresado y lo insinuado, y la tensión que se percibe está en equilibrio entre la vida del sujeto y la muerte de la idea de la escultura clásica.