En ocasión del centenario del nacimiento de Mario Giacomelli, el Archivio Giacomelli ha promovido una serie de iniciativas destinadas a celebrar el legado artístico y cultural de uno de los más grandes maestros de la fotografía italiana. El corazón de las celebraciones será un importante proyecto expositivo que se llevará a cabo simultáneamente en Roma, en Palazzo Esposizioni, y en Milán, en Palazzo Reale, ofreciendo dos recorridos complementarios que profundizarán en las múltiples facetas del trabajo de Giacomelli.

Curado por Bartolomeo Pietromarchi y Katiuscia Biondi Giacomelli, el proyecto expositivo presentará una amplia selección de la obra fotográfica completa del maestro, destacando su extraordinaria capacidad para atravesar y contaminar diferentes disciplinas artísticas. Ambas exposiciones estarán compuestas por aproximadamente 300 impresiones originales, muchas de las cuales son inéditas y nunca antes expuestas. En Roma, el enfoque estará en las relaciones entre la obra de Giacomelli y las artes visuales contemporáneas. Milán, por otro lado, dedicará la exposición al profundo vínculo de Giacomelli con la poesía, destacando cómo su investigación se entrelaza con el universo lírico, transformando la imagen en una forma de narrativa poética.

La exposición en Palazzo Esposizioni Roma Mario Giacomelli. El fotógrafo y el artista, se desarrolla como un recorrido a través de diferentes salas temáticas, proponiendo una serie de diálogos entre la obra de cinco grandes maestros del arte y la fotografía contemporánea, Afro Basaldella y Alberto Burri, Jannis Kounellis, Enzo Cucchi, Roger Ballen, y algunas series fotográficas de Mario Giacomelli.

En el corazón del recorrido expositivo se encuentra una sala dedicada por completo a la célebre serie Io non ho mani che mi accarezzino il volto (1961-1963), que, a principios de los años sesenta, consagró a Mario Giacomelli en la escena internacional. Concebida como una verdadera instalación, la sala devuelve la energía y el movimiento circular que animan la serie, exaltando su dimensión performativa. Las imágenes de los jóvenes seminaristas, suspendidos entre el juego y la espiritualidad, se convierten en pura poesía visual, capaces todavía hoy de emocionar e involucrar al espectador con su intensidad atemporal.