Alfredo Pirri abre las puertas de la Fundación, marcando el inicio de la aventura de VOLUME!, transformando el espacio en algo diferente a su pasado, planteamiento que se convertirá en un rasgo distintivo de trabajos posteriores. La interacción entre el lugar y el artista se revela a través de tres etapas, cada una imbuida de una creatividad única. La primera sala está marcada por un corte incisivo en el suelo del pasillo, para evocar el lecho del cercano Tíber y está enriquecida con esculturas de latón, posteriormente sustituidas por máscaras de látex con una expresión atormentada suspendidas sobre varillas, que contribuyen a definir el entorno. . Una escalera de madera actúa como paso a la siguiente fase, acompañada del sonido de la caída de objetos, emitido por tres bocinas acústicas colocadas en el suelo, sumergiendo al espectador en una experiencia sonora única. Cada punto prepara el terreno para el siguiente y en el tercer acto un puente de hormigón levantado del suelo conecta el entorno anterior con el firme de la carretera y con el final del recorrido. Su superficie inferior está pintada de azul y espolvoreada con cal blanca, creando un sorprendente efecto cromático en el entorno, mientras que los cuadrados de plástico con reflejos rosados emergen en una pared a lo largo del camino. Una fina capa de cal blanca se deposita sobre los objetos, volviéndolos casi asépticos como para absorber experiencias, revelando sólo sus contornos y desinfectando la memoria de la obra anterior, según declara el propio Pirri. Un viaje a través de formas, sonidos y colores moldeados por el ingenio del artista, revelando una atmósfera única donde el lugar y la inspiración creativa se fusionan, convirtiéndose en elementos esenciales de un mismo discurso en el que cada uno es indispensable para el otro.