El poder del mensaje de Jørgen Haugen Sørensen llega al público a través de sus obras, esculturas extraordinarias, que hurgan en el alma, antídoto contra la indiferencia: El hombre del perro es la exposición del escultor danés que a partir del 29 de mayo tiene lugar en Prato, en espacios icónicos del centro histórico. Organizada por el Museo del Palacio Pretorio, la exposición se desarrolla en los espacios de la planta baja del Museo, y luego continúa en un camino por la ciudad que toca el Castillo del Emperador hasta el Cassero medieval, que acaba de reabrirse al público. Jørgen Haugen Sørensen, residente en Pietrasanta desde hace años, es uno de los escultores más apreciados de nuestro tiempo, un artista internacional que ha expuesto sus obras en espacios de gran prestigio.

Haugen Sørensen regresa a Prato después de muchos años: fue en 1983 cuando sus obras fueron expuestas en la ciudad, también al aire libre, en diferentes espacios de la ciudad. La exposición, repartida por los distintos espacios y con entrada gratuita, pretende recuperar ese contacto con el público, regalando un verano especial a quienes vivirán la ciudad estos meses. Los perros de Sørensen son otra cosa. En los perros del escultor danés aflora la ferocidad, la falta de vergüenza, la ausencia de moralidad: es una humanidad sin reglas ni leyes, es una condición aún presente en determinadas zonas del mundo. No pretende ser una denuncia, sino una constatación de la fragilidad del ser humano.

Como supervivientes, los cuerpos aparecen atormentados, casi desgarrados en la materia: para Sørensen, el arte se convierte en el medio para expresar las injusticias y tragedias de la época; el lenguaje y la forma evolucionan juntos, a través de los materiales y la técnica, que el artista domina.

Las esculturas antropomorfas, modeladas en barro, representan la metáfora de una humanidad marcada tanto por el progreso como por las contradicciones que éste conlleva. Como participantes involuntarios de este juego, las figuras desnudas de Sørensen parecen experimentar un sentimiento crónico de culpa, que se subraya visualmente mediante la representación de una forma tosca y aparentemente inacabada. La superficie parece rugosa, dramáticamente trabajada mediante el uso de manos que infunden a cada escultura unos particulares efectos de contraste y claroscuro.