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Dolores y vergüenza Mostrar todas las fotos
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cerrado

Dolores y vergüenza

De 1 octubre a 1 noviembre 2021

revolución espacial

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Piazza della Rivoluzione, 9, Palermo

Cerrado hoy: abierta Jueves a 18:00

Perfil verificado


Dolores y vergüenza es el nuevo proyecto expositivo de Spazio Revolution, comisariado por Adalberto Abbate.

Dolores y vergüenzas / Dolor y vergüenza sondea en sus profundidades los problemas e interferencias sociales que atraviesan nuestro tiempo, heridos, corrompidos e irreductiblemente cargados de dolor.

Vídeos, fotos, instalaciones y hasta audios recuperados de un viejo contestador automático describen una humanidad rota, rota por dentro, que lanza un grito desde su piel. Con los dientes apretados, el dolor y la vergüenza hablan de un drama vivido, de una experiencia íntima que se refleja en un estado universalmente compartido de sufrimiento, asco e ira.

En las mujeres veladas de Regina José Galindo, monumentos vivos contra la opresión y la violencia, la vulnerabilidad del cuerpo femenino convive con un anhelo de resistencia. Presencias silenciosas y poderosas materializan el horror de los numerosos feminicidios perpetrados en Alemania, como en toda Europa y en el resto del mundo; crímenes muchas veces invisibles que luchan por tener justicia y redención adecuada.

Obligados a sufrir el error del otro, experimentamos una profunda sensación de abandono, a veces de impotencia, que alimenta las obsesiones y la fragilidad. En las lágrimas de Urs Lüthi se revela la escisión entre el yo y la necesidad de representar al otro desde uno mismo, en un equilibrio existencial dramático y difícilmente curable.

Estar inmerso en una sociedad juzgadora, que sopesa acciones y elecciones, de hecho activa debilidades que son difíciles de sanar. El juicio engendra vergüenza; vergüenza, una sensación de soledad y falta de pertenencia. De esta inestabilidad surge la angustia y la incertidumbre, pero también un fuerte deseo de redención. En el uso icástico de la palabra por parte de Paolo Canevari y Mario Consiglio hay quizás la búsqueda de una resolución, de un surco trazado, de un punto estable pero inevitablemente cínico del que partir.

Cualquiera que sea el camino, una sensación de inquietud profundamente arraigada no nos abandona. Un remanente humano colgando de una manga de piel perfumada (Adalberto Abbate), la mirada alienante y un poco demoníaca de dos niños el día de su comunión (Diego Moreno) y la voz del anciano padre grabada en el contestador automático de su hijo Doriano (Federico Lupo ) son fragmentos de humanidad residual, vulnerables, conmovedores y tiernos pero nada reconfortantes.

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