Con El Retrato del Artista. En el espejo de Narciso. El rostro, la máscara, el selfie, gran exposición a cargo de Cristina Acidini, Fernando Mazzocca, Francesco Parisi y Paola Refice, la Fundación Cassa dei Risparmi di Forlì y el Museo Civico San Domenico inauguran la temporada 2025 con un nuevo largo viaje entre obras maestras, que reconstruye la progresiva definición de la conciencia de sí del artista en la historia del arte.

«El primero fue Narciso, que al mirarse en el espejo del agua conoció su propio rostro. El primer autorretrato. Luego llegó el selfie. A lo largo de los siglos, retratar su propio rostro, su propia imagen ha sido - para cada artista - un desafío, un tributo, un mensaje, una proyección, un ejercicio de análisis profundo que muestra las aspiraciones ideales y las expresiones emotivas, pero que también revela la maestría y el talento. Luego se necesita un espejo. Temor, prudencia o deseo, incluso ansias de mirarse. Alegoría de vicios y virtudes». Así describe Gianfranco Brunelli, Director de las Grandes Exposiciones del Museo Civico San Domenico, la perspectiva desde la cual nació este proyecto.

El retrato del artista es un autógrafo existencial. Signo, huella, memoria, reflejo a traducir en una imagen definitiva, jugada en el tiempo, contra el tiempo, más allá del tiempo. En el autorretrato, el pintor se duplica en el doble papel de modelo y artista. El ojo se posa en la imagen reflejada para retratarse y la imagen retratada es un otro de sí mismo y es un sí mismo. A menudo resulta una máscara. Personaje más que persona. Para muchos artistas es así, desde el Quattrocento hasta el Novecento.

El artista figura entre los hombres ilustres, se convierte en metáfora, protagonista e imagen de su propio tiempo. El artista actúa, se coloca en medio, emerge de una obra que habla de otra cosa: en medio de un relato mitológico, una historia sagrada, un evento histórico. 

Como lo hacen Giovanni Bellini, Tintoretto, Lavinia Fontana, Diego Velázquez, Sofonisba Anguissola, Lotto, Pontormo, Parmigianino, Rembrandt, Tiziano, Hayez, Böcklin, De Chirico, Balla, Sironi, Bacon hasta Bill Viola y Chuck Close.

Desnudo o vestido, maquillado o disfrazado, sonriente o melancólico, a través de la imagen de sí mismo, el artista rastrea su mundo interior, el significado de su arte, la singularidad de su estilo. Por eso no es necesario retratarse por completo, basta con un rostro o un pie.