Paolo Icaro, uno de los protagonistas de la investigación artística de los años sesenta, cercano a la experiencia del Arte Povera, ha vivido siempre la evolución de la acción escultórica en relación con la forma y el espacio. «El espacio de la escultura -dijo el artista- es el mismo espacio en el que está mi cuerpo, yo estoy en el espacio donde también está la escultura. La escultura es por tanto un cuerpo, el cuerpo de la idea que se vuelve vulnerable a la gravedad como cualquier otro cuerpo en el universo».