San Lorenzo, uno de los patrones genoveses, es representado con gran fuerza de realidad mientras da limosna a los pobres, causa de su condena a morir en la parrilla. A la izquierda está Lorenzo, el rostro joven apenas emerge de la oscuridad que envuelve la escena. La luz lo golpea por detrás, destacando la ancha manga de raso rojo de la dalmática, la mano abierta apoyada sobre la mesa, el cuello delicado, la oreja enrojecida, el halo. Frente al santo hay un grupo de mendigos: un anciano de barba blanca que agarra la cadena de un incensario, una mujer de pie con un bastón y, junto a ella, una segunda figura que blande una percha, una niña con las manos dobladas manos mirando a Lorenzo desde abajo. Todos visten ropas humildes pero tienen actitudes y rasgos de compostura y dignidad humana. Los objetos litúrgicos se colocan sobre la mesa en primer plano. La fuente de luz, externa al campo visual, es colocada por el artista a la izquierda del observador: golpea las figuras con violencia, como un foco apuntando en la oscuridad, creando destellos metálicos.