Animado a dedicarse a la pintura por Lorenzo Delleani, después de haber estudiado en la Accademia Albertina, Giuseppe Bozzalla -nieto de Quintino Sella- siguió asistiendo a su primer maestro, declarándose con orgullo su alumno predilecto y más querido, sin embargo pronto se apartó de por los temas tratados y por la técnica utilizada: los paisajes nevados, casi completamente ausentes en la pintura de Aniana, invaden la de Bozzalla que prefiere una técnica hecha de pequeños trazos de espátula a la enérgica pincelada del maestro. Si en Delleani fue la luz y el color los que triunfaron, las obras de Bozzalla parecen jugar con matices y tonos de color nunca violentos, casi evocando sentimientos melancólicos y nostálgicos. Entre colores y vapores, obra de gran compromiso, en cuanto a tamaño y concepción pictórica, fue presentada en Turín en la Exposición del Promotor de 1904 y tuvo el honor de ser reproducida en el Catálogo: curiosamente en la fotografía notamos que el el trabajador situado en el extremo derecho está representado con la cabeza descubierta, a diferencia de la versión final. Tras la exposición, el lienzo fue adquirido por Vittorio Emanuele III y trasladado a Roma, en el Quirinale, donde permaneció hasta el referéndum institucional de 1946. A partir de ese momento se pierden las huellas hasta la antología Biella de 1960, donde se expuso la obra. como propiedad de Rodolfo Caraccio, un rico industrial de lana. Con disposición testamentaria, Caraccio lo donó en 1972, junto con otra obra de Bozzalla - A Messa prima - a la Administración Cívica de Biella, que se comprometió a destinarlo al Museo Cívico. Se trata en realidad de una interpretación realista del trabajo vinculado al teñido de tejidos, procedimiento que Bozzalla conoció directamente como hijo de un industrial textil. La escena, que transcurre en un ambiente cerrado saturado de vapores, está ambientada con un corte casi fotográfico y aparece como resultado de una rigurosa investigación.