La obra perteneció originalmente al inventario de la propiedad privada del rey, ya que fue comprada por el soberano a uno de los promotores genoveses de la segunda mitad del siglo XIX. El refinado retrato de la joven, con un peinado adornado con flores y una rosa colocada en el escote del vestido, parece identificarse con la diosa Flora. La pose de la figura y la interpretación del modelado, impregnadas aún de sensibilidad romántica, reflejan ya la cultura naturalista que también se asentó en Génova entre finales del siglo XIX y principios del XX y que tuvo un fuerte arraigo en la burguesía. ambiente.