Es sin duda la obra maestra de la pintura renacentista de la 'escuela' de Camerino de Giovanni Angelo d'Antonio, que aparece retratado en el luneto de arriba, con la cabeza cubierta por un gorro de fieltro negro, la barba poco afeitada y los ojos brillantes vueltos hacia él. el espectador, llamado casi a ser testigo de la representación.
En la parte inferior del cuadro, en un marco articulado, se encuentra la escena de la Anunciación: sobre el suelo de terracota pintado en perspectiva está arrodillado el arcángel Gabriel, recién posado con sus alas tornasoladas frente a la casa, el precioso damasco de el manto bordado de rosas doradas que se desliza del hombro, el lirio que extiende sus capullos. María parece no haber notado el anuncio. Todavía está inmersa en la lectura del libro que sostiene con su hermosa mano contra el reclinatorio: tiene un perfil purísimo que parece casi repujado con un cincel y cabellos dorados envueltos en una trenza y sujetos por una cinta en forma de una diadema, que descubre la amplia frente. No se dedica a hilar lienzos ni a trabajar con el huso, sino que cultiva su otium en la intimidad de un estudio repleto de libritos colocados en una estantería, en el compartimiento del reclinatorio, como era costumbre de la vida meditativa en el pasado. , prerrogativa sólo de los hombres, de los filósofos y humanistas.
El fondo lo constituye un fascinante escenario urbano entre edificios cuyo escape de perspectiva se interrumpe contra un muro de sillería lisa, más allá del cual sobresale -representada en corte- una alta torre, rematada por una cúpula, flanqueada por algunos árboles. En la luneta abarrotada, Jesús, vestido sólo con el taparrabos, se levanta del sepulcro, derramando abundante sangre de las heridas de sus manos y costado; La Virgen y Juan Evangelista le toman las manos con cariño. Más arriba, sobre el fondo de un hermoso cielo azul, se destacan los instrumentos de la pasión: la columna, el látigo, la esponja y la cruz, atrevidamente representados en escorzo. A los lados del sepulcro, dos santos franciscanos cuyos rostros fuertemente caracterizados parecen ocultar una intención retratística: San Francisco, reconocible por la llaga en su mano derecha, y San Antonio de Padua.
La obra resume simbólicamente las características de la pintura de Camerino en el siglo XV, llena de ideas y citas de perspectiva, de referencias a la 'pintura de luz' de Florencia a principios del siglo XV ya la fragua experimental de Masaccio y Donatello. Una pintura que, sin embargo, permanece íntima, reflexiva y profundamente ligada a la tierra que la produjo y a algunas de sus asperezas.
Título: Anunciación con un donante laico
Autor: Giovanni Angelo d’Antonio
Fecha: 1455
Técnica: Témpera sobre madera
Expuesto en: Museo Cívico y Diocesano de Camerino
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