Esta obra de grandiosidad trágica expone a Cristo en la cruz contra un cielo lívido, subrayando la soledad desolada del drama de su ejecución y muerte. Una luz fría incide en el cuerpo desnudo y en la gran cortina barroca que le envuelve la cintura, retorciéndose como sacudida por el viento. Todavía está vivo, su rostro doliente, surcado de sangre, está vuelto hacia el cielo. La sangre también fluye de las heridas de las muñecas y los pies. Destellos de luz rodean la cabeza coronada de espinas. En el cielo se puede ver el eclipse solar descrito por Lucas en su Evangelio. El paisaje rocoso y desnudo que rodea la cruz, perdiéndose en la oscuridad del fondo, expresa la dimensión dramática en la que se refracta la emotividad dolorosa de Cristo. La pintura fue comprada por Carlo Felice en 1821. Nunca se ha discutido la atribución al artista flamenco, por el contrario, algunos críticos están convencidos de que es el único crucifijo autógrafo superviviente ejecutado en los años italianos de Van Dick.