Antonio Canova, el célebre escultor que fue protagonista de la época neoclásica, glorificado aún en vida como el nuevo Fidias, modeló en 1813 dos retratos en terracota de Juliette Récamier, la espléndida y riquísima parisina cuyo salón cultural fue célebre, abierto también a el artista italiano. A la dama no le gustaron las obras, y el artista, profundamente resentido, cambió de manos en uno de los dos modelos solo después de cuatro años y lo transformó en una Beatriz dantesca, en homenaje al poeta toscano cuyo 500 aniversario se celebró en 1821. La obra en cuestión recupera el rostro de Beatrice como se le conoce en otra versión del tema, que como ésta se caracteriza por la forma atrevida del velo inclinado en suaves pliegues y con un fuerte impacto formal: para esculturas como estas, Canova preveía una visión sólo a la luz de una vela, colocada de tal manera que acariciara el hermoso rostro de la efigie con la llama en movimiento, para aumentar aún más su sugestión. Se comprende bien, frente a obras como ésta, la influencia que ejerció en toda Europa el arte culto y helado del gran escultor de Possagno.
Título: Beatriz
Autor: Antonio Canova
Fecha: Siglo xix
Técnica: mármol blanco
Expuesto en: Laberinto masónico
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