La obra conserva diversos rastros de color, y es claramente identificable como una cabeza de Buda gracias a la presencia del círculo entre las cejas, uno de los treinta y dos signos principales que la caracterizaron desde su nacimiento. La mirada absorta y la expresión relajada de la boca en una leve sonrisa subrayan el estado de paz interior y total desapego alcanzado por el Buda en el nirvāņa, evento que provoca la extinción completa del anhelo y la ilusión (ignorancia).