El retrato de mármol representa a un personaje de edad madura, de mirada intensa y expresión pensativa. La cabeza se insertó originalmente en una gran estatua que representaba a una figura prominente de finales del siglo III d.C., muy probablemente un emperador. Tradicionalmente, el retrato, datado en torno al año 300 d. C., se identifica con Massimiano Erculeo (286-308 d. C.), el emperador que transformó Milán en una gran capital al elegirla como sede de su corte.