La zanfona de madera grabada, decorada y pintada es de fabricación francesa y puede fecharse a finales del siglo XIX. Este ejemplar tiene ocho cuerdas, también decoradas para el mástil, con parche antropomórfico y puede ser tocado por un solo músico. En la Edad Media, la zanfoña fue uno de los instrumentos por excelencia de la música sacra, convirtiéndose en el principal instrumento de acompañamiento de los cantos gregorianos. Por lo general, se necesitaban dos jugadores: uno para maniobrar la rueda y el otro para operar. El organistrum funcionaba haciendo girar una rueda, accionada por una manivela, una especie de arco continuo, que frotaba un número variable de cuerdas, desde un mínimo de seis hasta un máximo de ocho. A lo largo de los siglos, la zanfoña cambió su función y tamaño. De ser un instrumento ideal para la interpretación de música sacra, se convirtió en indispensable para la música popular.