El objeto, perteneciente a la colección de Amilcare Ancona, coleccionista y arqueólogo italiano (1839-1890), es uno de los primeros en ser incluido en las colecciones etruscas del Museo Arqueológico de Milán. Procede probablemente de Tarquinia donde, a finales Período helenístico, se atestigua una producción de sarcófagos tanto en piedra como en arcilla. Este último era más barato pero le daba al objeto menos dignidad artística, precisamente por el procesamiento del molde con un proceso en serie que dejaba menos espacio para el detalle estilístico. La tapa expuesta en el Museo Arqueológico de Milán representa a una joven triste y atónita vestida con un péplum ceñido alto, con la cabeza velada de un manto que le llega hasta los hombros; el cabello está modelado a través de profundos surcos en la arcilla, mientras que los ojos tienen el iris indicado por un botón. La mujer, acostada en el lado izquierdo de una cama de banquete, no está retratada en su veracidad fisonómica, sino como participante en su propio banquete fúnebre, un banquete de otro mundo.