La fama de Rosalba Carriera (1673-1757), de hecho la artista italiana más famosa de la Europa del siglo XVIII, no tuvo fronteras. Todos, desde los lores ingleses hasta los príncipes del Imperio, coincidieron en su excelencia en el retrato. Quizás fue el único artista que encontró un consenso unánime tanto entre los sofisticados conocedores del beau monde internacional como entre la aristocracia veneciana tradicionalista y conservadora. Durante casi medio siglo las cortes de Europa intentaron conseguir sus servicios, pero, a pesar de frecuentes invitaciones y generosas propuestas, salvo tres estancias en la corte del rey de Francia, el duque de Módena y la del emperador en Viena, logró Prefirió permanecer en Venecia, donde trabajó incesantemente durante toda su vida.

Es responsable del retrato más agudo de los personajes de la sociedad veneciana y europea del siglo XVIII, y su contribución al retrato francés es fundamental: interpretó de manera incomparable los ideales de gracia y elegancia de toda una época, que " vida feliz" ha entrado ya en el imaginario colectivo y con el que identificamos al antiguo régimen.

Además de dedicarse al retrato al pastel, Rosalba Carriera fue una extraordinaria pintora de miniaturas sobre marfil, o más bien quien inauguró este género, elevándolo de una práctica artesanal a un verdadero arte. A través de una técnica innovadora, Rosalba consigue trasladar, por primera vez, la pincelada suelta y vibrante de la pintura sobre lienzo a la diminuta superficie de las bases de marfil. El éxito fue inmediato. No hubo viajero que no aspirara a hacerse un retrato en miniatura de Rosalba durante su estancia en Venecia; sin embargo, hoy en día no es tan frecuente toparnos con estas pequeñas imágenes, de hecho, su número es mucho menor que el de crayones.

En esta ocasión, se dedica una retrospectiva a Rosalba Carriera como miniaturista que presenta al público 36 obras, junto con pasteles, documentos, dibujos, grabados, procedentes de la Fondazione Musei Civici di Venezia, otras instituciones y colecciones privadas. Se trata de una oportunidad rarísima de admirar estas obras de extraordinaria fragancia y delicadeza, hoy clásicos del arte rococó, en el año en que el artista celebra los trescientos cincuenta años de su nacimiento.