Desde siempre la investigación de Eva Jospin (París, 1975) se inspira en la naturaleza en todas sus articulaciones semánticas y visuales. A través del uso de materiales como cartón, elementos y fibras vegetales, partes metálicas, tela, la artista da vida a composiciones plásticas también de gran volumen y de fuerte impacto escenográfico. Obras de tono fabuloso, a veces misterioso, casi mágico, que evocan o recrean un mundo que está en el centro de sus intereses: paisajes, árboles, plantas, ramas, hojas, formaciones geológicas, fragmentos de vegetación, estructuras arquitectónicas que inducen a reflexionar sobre varios temas como la creatividad, los procesos operativos e intelectuales a través de los cuales se manifiesta, hoy como en el pasado.

El proyecto en el Museo Fortuny de Venecia lo representa una vez más: las obras, imaginadas para la ocasión, dialogan no solo con el contexto histórico y ambiental que las acoge, Palazzo Pesaro degli Orfei, sino sobre todo con la identidad de las colecciones que custodia, es decir, la producción artística de Mariano Fortuny.

Un diálogo que deja entrever inesperadas afinidades estéticas y operativas entre las poéticas de los dos intérpretes: un constante contraste y referencia entre Jospin y Fortuny sobre la naturaleza, sobre los procesos creativos y experimentales, que encuentran su máxima expresión tanto en la ideación y la investigación sobre el tejido, como en el estudio del artificio y de la ficción escénica, siempre inherentes al universo teatral, reflejándose constantemente en los temas de la perspectiva, las proporciones y la relación visual y emocional entre la creación artística y el espectador.

La gran instalación en el portego del Museo Fortuny es un bosque artificial que, una vez recorrido, da la sensación de perder toda noción de tiempo y espacio, de encontrarse en un "otro lugar" indefinido y desconcertante.