Se trata de un período en el que el vidrio de Murano encuentra progresivamente espacio dentro de la exposición, primero a través de los artistas que han elegido emplear este extraordinario material para sus obras, y luego gracias a la apertura de la Bienal a las artes decorativas, que hasta 1930 fueron acogidas en los diversos ambientes del Palazzo dell'Esposizione junto con las llamadas artes mayores. Solo a partir de 1932, con la construcción de un nuevo pabellón, el vidrio y las artes decorativas en general encontraron un espacio dedicado dentro de los Jardines.

En la década de 1910, la Bienal presentó principalmente vidrios creados por artistas, como por ejemplo Hans Stoltenberg Lerche, escultor y ceramista noruego, que introdujo vidrios innovadores de 1912 a 1920 con la aplicación en caliente de filamentos y polvos policromos; el decorador muranese Vittorio Toso Borella (1912-1914) con sus esmaltes; los pintores Vittorio Zecchin y Teodoro Wolf Ferrari que presentaron trabajos con murrine en 1914; y el artista del hierro forjado Umberto Bellotto (1914-1924) con sus interesantes combinaciones entre hierro y vidrio, a menudo enriquecidos con inserciones de murrine. Para realizar sus obras, estos artistas también colaboraron con cristalerías como Fratelli Toso o la de los Artisti Barovier. 

Los vidrios presentados en la Bienal en este período, por lo tanto, representaron un extraordinario intento de proponer un nuevo lenguaje, con una mirada hacia las investigaciones extranjeras.