Este año se cumplen 100 años desde el nacimiento en Urbino de Paolo Volponi, escritor y poeta, político y ejecutivo empresarial, apasionado coleccionista de arte. En la lección de Roberto Longhi, esta pasión se refleja en las pinturas que hoy forman parte de la colección de la Galería Nacional de las Marcas: van desde la pintura boloñesa del Trecento hasta la gran temporada caravaggista y emiliana de algunos de los artistas más célebres del Seicento. El aniversario ofrece la oportunidad de profundizar, a poco más de un año de la apertura de las nuevas salas de exposición en el segundo piso del Palazzo Ducale de Urbino, donde también se han reubicado las dos donaciones de Volponi, en la figura del coleccionista y algunos aspectos de su búsqueda, entre arte y literatura.

En este sentido, el próximo 18 de julio se inaugura en el Palazzo Ducale de Urbino la exposición Volponi corporale, organizada por la Galería Nacional de las Marcas y montada en continuidad espacial con las dos salas de exposición que albergan las pinturas donadas respectivamente por el propio Volponi en 1991 y por su esposa Giovina Iannello junto con su hija Caterina en 2003. 

Hasta el 6 de enero de 2025, la exposición tiene como objetivo profundizar en la investigación sobre la predilección de Volponi por el Seicento, entre la investigación naturalista y el virtuosismo pictórico. De hecho, los visitantes se encontrarán con algunas pinturas que les permitirán redescubrir los temas del éxtasis y la penitencia física, del desnudo, ya sea femenino o masculino, investigado en la verdad epidérmica del tiempo que desgasta, de la naturaleza muerta como verdad popular y al mismo tiempo meditación sobre la existencia a través de un género que encontró su máxima conceptualización en el Seicento, del color y la luz como herramientas para investigar la naturaleza y como equivalentes pictóricos de la prosa figurativa de Volponi.

La exposición Volponi corporale se desarrollará a través de un núcleo de ocho obras pictóricas: en una posición destacada para quienes ingresan desde la sala grande del Cinquecento se podrá admirar a Magdalena en éxtasis (de la original perdida de Caravaggio), junto a San Jerónimo sostenido por los ángeles de Rutilio Manetti. En las paredes de fondo siguen las dos naturalezas muertas, la receta popular de un Battistello 'gastrónomo' y una vanitas típica de los ejercicios espirituales sobre el sentido del tiempo y la existencia; en la pared opuesta, un San Jerónimo penitente de Lorenzo Gennari, extraído del retablo de la Pinacoteca cívica de Cento, que cierra la selección junto a una Sofonisba suicida de ambiente guercinesco al igual que el ya mencionado San Jerónimo de Gennari. En el centro de la sala, evocando dos grandes pasiones de Volponi, una extraordinaria Martirio de San Sebastián de Schedoni (idealmente relacionado a pocos metros de distancia con la Limosna de Santa Isabel de Hungría) y un Cristo atado a la columna de Carlo Saraceni, pintor muy querido y que es evocado precisamente al final del Corporale.