El Museo Nivola se complace en presentar la primera exposición individual de Siro Cugusi (1980) en una institución italiana. La pintura de Siro Cugusi se desarrolla en obras sobre lienzo y papel que llaman la atención por su depurada técnica y sus múltiples sugerencias. Suspendido entre la figuración y la abstracción, su lenguaje artístico reinterpreta en clave personal e íntima el concepto surrealista de lo siniestro, el espacio liminal y metafísico donde nada es lo que parece.

La pintura de Cugusi cita y deconstruye temas y géneros de la pintura clásica, abriendo ventanas a mundos paralelos donde se fusionan símbolos sagrados y profanos, cada principio lógico se subvierte y objetos aparentemente extraños se unen por vínculos misteriosos. 

Comisariada por Luca Cheri y Camilla Mattola, la exposición es un viaje a la producción más reciente del artista, caracterizada por grandes lienzos que revisitan los géneros tradicionales del paisaje, la naturaleza muerta, el desnudo y el retrato, combinando inesperadamente elementos iconográficos reconocibles, formas abstractas y pinceladas gestuales. .

El paisaje natural es un tema recurrente, evocado por grandes campos verdes que hacen referencia a árboles y plantas. Si la simplificación formal de los temas y los detalles estilizados del paisaje recuerdan a los maestros del primer Renacimiento, de Masaccio a Piero della Francesca, desde un punto de vista simbólico la imagen del jardín como dimensión secreta y espiritual recuerda al tríptico La Jardín de las Delicias, creado a finales del siglo XV por el pintor flamenco Hieronymus Bosch.

La construcción perspectiva, que alterna los sistemas renacentistas del punto de vista central monofocal y la vista de pájaro con distorsiones novedosas propias de la metafísica y el surrealismo, es fundamental para unificar en el lienzo una serie de elementos incongruentes, a veces difíciles de distinguir. La profundidad, sin embargo, a menudo se ve contradicha por fondos decorativos planos, reiterados y superpuestos en diferentes niveles.

En este espacio irracional emergen fragmentos figurativos en batalla contra un impulso recurrente hacia la abstracción que se traduce en pinceladas materiales y expresivas. Vislumbramos piezas anatómicas, engranajes y piezas de máquinas, herramientas y objetos que nos resultan familiares pero difíciles de identificar. Los fondos rosados recuerdan la carne humana, con una referencia a los cuerpos gelatinosos y grotescos de las pinturas de Francis Bacon, pero calmados por la paleta rica y luminosa. En algunas figuras no parece posible distinguir la materia biológica de la mecánica, casi como si se confundieran las dos dimensiones.

El gran formato confiere a la pintura de Cugusi una cualidad experiencial: los lienzos crean un efecto ambiental e inmersivo. La sensación es la de ser catapultado a escenarios imposibles a medio camino entre el inconsciente y la realidad. A través de estos paisajes dominados por la ilusión y la imaginación, el artista intenta construir un mundo paralelo y utópico, una dimensión estética y poética personal, en una investigación que, inevitablemente destinada a chocar con la prosa de la realidad, sólo puede resultar una quimera.

La exposición individual de Siro Cugusi, acompañada de un catálogo con los textos críticos de los curadores, sigue la del pintor surrealista Bona de Mandiargues, conectando simbólicamente dos generaciones diferentes de artistas en el espacio en continua transformación del Museo Nivola.