El pan del deseo es un proyecto artístico participativo que toma forma a partir de un gesto simple y universal como modelar el pan. Sin embargo, los panes de Ilaria Turba no contienen solo harina, agua y levadura, sino también sueños, recuerdos y aspiraciones comunes. En un tiempo marcado por la fragmentación y la incertidumbre, el valor simbólico y comunitario de los panes rituales del Mediterráneo se realza con un acto artístico y social, capaz de generar empatía y escucha.

La exposición Ilaria Turba. El pan del deseo marca la fase final de un largo viaje entre territorios, comunidades y deseos. Después de años de encuentros e intercambios, la artista devuelve al público el profundo sentido de una experiencia colectiva y transformadora. El proyecto comienza en 2018 en los barrios del norte de Marsella, donde, como artista asociada al teatro nacional LE ZEF, Ilaria Turba activa una serie de talleres con la comunidad local. En este contexto nacen más de cien panes-escultura: formas únicas, realizadas colectivamente e inspiradas en los deseos de quienes participan. A partir de 2022, El pan del deseo se convierte en un viaje por Italia, en el que cada etapa involucra a museos, festivales, asociaciones locales y habitantes. Desde Milán hasta Fontecchio, desde Florencia hasta Castiglione delle Stiviere, pasando por el pueblo de piedra medieval de Ghesc en Piamonte, cada lugar se convierte en una oportunidad para regenerar el gesto, activar un nuevo diálogo con las comunidades, crear formas inéditas. 

La última etapa italiana del proyecto itinerante tiene lugar en el pueblo de Villaurbana, en la provincia de Oristano, en el marco del programa de la Fundación de Cerdeña AR/S – Arte Compartido. Es en Cerdeña, tierra profundamente ligada a la tradición del pan ritual, donde el proyecto encuentra su cumplimiento simbólico: un retorno a la materia, a la memoria, a los gestos que unen. Durante un rito colectivo de fiesta en el bosque de S’Arangiu Aresti, la artista compartió las historias relacionadas con cada uno de los más de cien panes recogidos a lo largo del viaje, antes de que fueran entregados al fuego en un gesto simbólico de transformación. Como en los rituales arcaicos, su metamorfosis no marca un final, sino un paso de renacimiento. El polvo negro brillante derivado de la combustión se convierte, así, en símbolo de los deseos que pierden su forma y se mezclan entre sí. Como afirma la artista en el video de la exposición, "las formas que desaparecen permanecen en el recuerdo, en las huellas, en las historias que aún se pueden transmitir. No han desaparecido, simplemente han regresado a su esencia, que es la misma de los deseos de los que todo tuvo su inicio".