Pocas ciudades en el mundo pueden identificarse con un elemento de la naturaleza como Nápoles se identifica completamente con el Vesubio. La ciudad en sí es una especie de anfiteatro construido alrededor del majestuoso volcán.

La exposición presenta 37 grandes obras del fotógrafo y artista visual Mario Amura, que desde hace más de 12 años inmortaliza en pinturas fotográficas reales la celebración de los fuegos artificiales que los napolitanos realizan alrededor del Vesubio en Nochevieja.

Las obras, fotografías que no han sufrido manipulación gráfica alguna, se alojarán en la sala Cellaio del Real Bosco que para la ocasión ha sido completamente aislada de la luz natural e inmersa en una luz roja que recuerda el rojo de la cámara de magma del volcán y la atmósfera luminosa del cuarto oscuro en el que alguna vez se revelaron las fotografías cinematográficas. El proyecto expositivo está firmado por el arquitecto Lucio Turchetta .

 “ Los napolitanos, en Nochevieja, exorcizan el miedo a que el volcán entre en erupción, haciendo estallar de luz y de colores todo el golfo de Nápoles ", dice Mario Amura : "Cada año, el 31 de diciembre, subo con una compañía compuesta por de algunos de mis amigos más queridos en Monte Faito, la montaña que se alza en el Golfo de Nápoles con el Vesubio al frente. De ahí captamos esta especie de exorcismo contra las fuerzas inhumanas del volcán, del destino. El resultado, a pesar de ser, en realidad, un trabajo de reportaje fotográfico, es extraordinariamente pictórico: los fuegos artificiales se convierten en nebulosas, animales, paisajes estelares”.

En las fotografías de Amura se subvierte el imaginario iconográfico del símbolo de Nápoles: mientras que el Vesubio de los gouaches y de las obras maestras de Turner, Marlow, Volaire, Warhol está coloreado por la lava que lo inunda en Naples Explosion, por el contrario, el Vesubio aparece como un Sombra silenciosa sumergida por la explosión de los fuegos de las celebraciones de Año Nuevo.