Hacia el año 500 a. C. los etruscos fundaron Kainua -“la (ciudad) nueva”- con un complejo rito religioso del que da testimonio la piedra con una cruz pintada situada en el centro de la ciudad. Kainua prosperó gracias a su posición estratégica a lo largo del río Reno, una importante ruta comercial entre el norte de la Toscana y el valle del Po. Fue abandonado a mediados del siglo IV. aC, coincidiendo con el descenso de los celtas en Italia. En época romana el ámbito de la ciudad etrusca era ahora campo, permaneciendo así hasta su redescubrimiento en el siglo XIX. El trazado urbano se desarrolla en torno a un amplio eje vial norte-sur atravesado por tres vías este-oeste. Una serie de calles menores define manzanas estrechas y alargadas dentro de las cuales surgen casas y plantas artesanales. El sector nororiental de la ciudad alberga dos grandes templos dedicados a Tinia y Uni, las principales deidades del panteón etrusco. Monumentales edificios sagrados también se levantan en la colina de la acrópolis, ahora accesible a través del puente sobre la SS64 Porrettana. Al este y norte del casco urbano se encuentran las necrópolis, de las que quedan numerosos enterramientos coronados por signos funerarios de diferentes formas y materiales.