Es un lugar de encanto antiguo El Ermita de Santa Catalina, donde naturaleza, arte e historia se funden en la roca del Sasso Ballaro al que está aferrado, como silencioso guardián de las aguas del Lago Mayor. La leyenda cuenta que su origen se remonta al final del siglo XII, con el naufragio del codicioso comerciante Alberto Besozzi que encuentra salvación, por intercesión de la Santa de Egipto, en el lugar donde vivirá como ermitaño. A lo largo de los siglos han pasado los dominicos, los frailes de San Ambrosio ad Nemus y luego los carmelitas. Tras la supresión alrededor de 1770 y casi dos siglos de abandono, fue la Provincia de Varese, propietaria del lugar, la que lo hizo renacer uniendo el alma museística a la religiosa gracias a la Fraternidad Franciscana de Betania que hoy lo habita.