comisariada por Sandro Parmiggiani y Sergio Negri

El Palacio Ducal de Génova acoge una exposición antológica que recorre la historia humana y creativa de Antonio Ligabue, uno de los autores más brillantes y originales del siglo XX italiano. El itinerario expositivo serpentea entre los dos polos principales en los que se desarrolla el universo creativo de Ligabue: los animales, salvajes y domésticos, y los autorretratos. Los autorretratos constituyen una vena de la poesía más alta y amarga en el arte de Ligabue.

En ellos, el pintor se sitúa en primer plano, ocupando casi todo el espacio de la escena, sobre el fondo de un paisaje que casi siempre, salvo raras excepciones, parece un detalle completamente irrelevante. Sus retratos de sí mismo personifican una condición humana perenne y constante de angustia, desolación y desconcierto, un camino lento hacia el desenlace final; su rostro expresa dolor, cansancio, consternación, el dolor de vivir; toda relación con el mundo parece haberse roto para siempre, como si el artista sólo pudiera ahora contar, por última vez, la tragedia de un rostro y una mirada, que no se preocupa por ver las cosas a su alrededor, pero que pregunta: al menos por una vez, para ser mirado.