Simone Pellegrini actualiza en su obra un lenguaje expresivo primordial, cargado de una fuerza ancestral que evoca la pintura rupestre en una representación fuertemente enigmática. El artista de Ancona elabora un alfabeto de signos que mantienen intacta una carga casi mágica y que, al mismo tiempo, comunican un dinamismo continuo. Así como a mediados del siglo XIX asistimos al retorno de un sistema figurativo ligado a los frescos de los primitivos italianos con el Primitivismo, así Pellegrini da nueva vida en el siglo XXI a un lenguaje de la memoria paleolítica reinterpretado en clave contemporánea, donde los hombres estilizados y animales se mezclan con efectos de refinado decorativismo gráfico que renuncia al cromatismo vivo, evocando paredes desnudas de roca grabadas por claros surcos. La obra surge como premio de compra de la exposición SerrOne Biennale Giovani Monza 2005.