Le charrue abandonnée manifiesta la decisiva evolución del autor en clave puntillista, emprendida a partir de 1900, año en el que acogió a su amigo Balla durante unos meses. Caracterizado por una composición tan eficaz como sencilla, el lienzo se inunda de una seductora tonalidad rosa que desde la amplia franja de tierra invade el horizonte que se desvanece en el azul, interrumpido sólo por la larga traza oblicua del lejano ferrocarril, por la borde delgado arbolado y por el cadáver del arado abandonado para el invierno, ahora parte inseparable del paisaje del que recoge colores y estados de ánimo. En primer plano, la pincelada se ve orlada de sutiles toques que superponen una densa y dinámica textura azul a la superficie más compacta del campo rojizo. En cierto sentido, Macchiati se desvincula de la ideología del tecnicismo divisionista para redescubrir esa serenidad propia de los grandes maestros del siglo XIX como Franҫois Millet que, en un arado encontrado en el campo, saca la fuerza para contar la vida humilde de campesinos El tema del trabajo de la tierra es tratado sin concesiones retóricas, y testimonia la inclinación socialista de Macchiati ya evidente en Roma y refrescada en París por el conocimiento del escritor, periodista y humanísimo revolucionario Henri Barbusse.