Piero Dorazio es considerado una figura completamente original y coherente en el arte italiano y uno de los principales representantes del op art internacional. Las tres obras aquí expuestas, Blue Call, Ascolto y Semperverde 2, se encuentran entre los ejemplos más representativos de sus texturas de principios de los sesenta: densas redes de color que, transformándose en filtros luminosos, crean elaborados juegos ópticos. La superficie se convierte en un campo de activación cromática gracias a la superposición de un entrelazado de líneas cruzadas -irregulares e indefinidas- sobre un fondo dado por veladuras, trabajando en cada obra sobre distintas tonalidades cromáticas. La pintura de Dorazio no nació como una composición hecha de signos sino, al igual que Castellani, como una estructura cuyos puntos no tienen ni sucesión temporal ni jerarquía espacial. Así lo demuestra también la doble firma (en la parte inferior y, invertida, en la parte superior izquierda) de Evergreen 2. La obra no tiene línea, no tiene arriba ni abajo, no tiene contornos, es potencialmente infinita. Lo que crea Dorazio es una trama “atemporal”, inmóvil pero dinámica. El movimiento lo da la luz, que irradia de la propia textura. El arte de Dorazio de la década de 1960 se caracteriza sobre todo por la explosión de color en el lienzo, característica que el artista mantendrá a lo largo de su producción posterior. Dorazio experimenta así con la combinación de múltiples colores y estudia el efecto que da a la obra la composición y descomposición de los mismos, en función de la morfología del trazo y la flexibilidad o linealidad del trazo. La principal acusación dirigida a su pintura en los últimos años es la de decorativismo, y en realidad, a menudo, la distinción radica en la percepción subjetiva de la obra y en la calidad de la ejecución.