Paolo Monti se acercó gradualmente a la fotografía a partir de la década de 1920, ampliando constantemente sus habilidades también en relación con experiencias europeas significativas como Subjektive Fotografie, un movimiento liderado en Alemania por Otto Steinert. Los años pasados en Venecia, donde se trasladó a trabajar tras una primera etapa en Milán, serán años de cambio para él, tanto por el contacto con la realidad lagunera como por los encuentros con otros fotógrafos. En otoño de 1947, Monti fundó el club fotográfico La Góndola, del que es el principal animador y guía intelectual. A partir de ese momento se le abre un camino ejemplar que le lleva a convertirse en uno de los más grandes fotógrafos italianos. En 1953 regresa a Milán, abandonando su carrera como gerente de industria para dedicarse por completo a la fotografía. Aquí pasará toda su vida profesional como fotógrafo, dedicándose a los cambios urbanos de la posguerra (del distrito Qt8, a las nuevas viviendas públicas en San Siro, al rascacielos Pirelli), a proyectos por encargo -incluyendo trabajos para la Historia de Literatura Italiana Garzanti, editado por Cecchi y Sapegno (1965), o el de Historia del Arte Italiano de la editorial Einaudi (1979)-, a la documentación de la Triennali y Museos del Castello Sforzesco. Tendrá un importante cargo público bajo la dirección de Andrea Emiliani, a partir de 1965, para una impresionante campaña de reconocimiento del patrimonio histórico y artístico de los Apeninos emilianos y del centro histórico de Bolonia. Paralelamente a su actividad profesional, realizará una importante investigación experimental, midiéndose con marcos, quimigramas y materiales de color.