Rastrear los orígenes de la obra de Marisa Merz es un poco como atravesar un territorio sin límites en el que es difícil, si no imposible, encontrar ciertos puntos de referencia o establecer límites. En la primera fase de su obra crea instalaciones, en su mayoría de grandes dimensiones, mientras que a partir de la década de 1980 prefiere las pequeñas esculturas y las obras sobre papel realizadas a lápiz y en ocasiones en pastel y técnicas mixtas. Para sus esculturas utiliza técnicas ancestrales y principalmente vinculadas al mundo femenino, como el tejido, que contrasta con el uso de materiales inusuales o tecnológicos pero siempre dúctiles y fácilmente maleables, como, y es el caso de esta obra, el hoja de aluminio o alambre de cobre. Living Sculpture forma parte de las primeras obras creadas por el artista en 1966 y expuestas en la galería de Gian Enzo Sperone al año siguiente: la hoja se cortaba en tiras y se ensamblaba con una simple grapadora para formar formas tubulares de varios tamaños, reunidas en grupos, descendían del techo sin un orden predeterminado. Estas obras que sugieren formas orgánicas prestadas del mundo animal o vegetal, se convierten en la metáfora de una imagen interminable; obras que podrían prolongarse indefinidamente, multiplicando su forma en el espacio, ampliando su percepción con un juego de reflejos de luz y de sombras provocados por la superficie brillante y curvada de la chapa y modificando su estructura arquitectónica.