La mirada de un jovencísimo Mario Sturani fija al espectador con una mirada decidida, reflejando las pasiones y los vastos intereses culturales de un artista prometedor pero complejo. [...] La pasión por los animales y la naturaleza ya es evidente en el Autorretrato con pluma de arrendajo, realizado hacia 1928 y dedicado a su amigo Celestino Durando, donde la pluma en blanco y negro es "rendida con atención al camuflaje en la su inmediatez como un hallazgo de la colección naturalista del autor”. La alternancia de los dos colores de la pluma podría representar una metáfora exhibida de días oscuros y brillantes, con una referencia a los esfuerzos literarios contemporáneos de Sturani que intentan escribir una novela autobiográfica titulada Il bruno e l'azzurro. La elección estilística de lo inacabado, ya experimentado en otro autorretrato de 1927, y el nerviosismo gráfico del trazo a lápiz enfatizan las pocas partes detectadas con los óleos, especialmente la mirada penetrante y el contraste del cuello blanco sobre el azul intenso de el vestido, mientras que el fondo se cubre con una pincelada rápida de color fino. En los rasgos angulosos del rostro emerge el gusto cercano a la secesión vienesa que Sturani había adquirido del dálmata Ugo Zovetti, elemento significativo de la inmensidad de las aportaciones culturales meditadas por el artista turinés.