Es una de las obras más antiguas de Lotto y da testimonio de la compleja cultura figurativa que caracterizó los primeros días del artista. La ambientación del retrato, construida sobre el óvalo inclinado del rostro, y el riguroso estudio de la luz, que acaricia las formas, recortándolas sobre el fondo negro, remiten a las obras venecianas de Antonello da Messina. La ejecución clara y esmaltada, en particular de los detalles, como los rizos de color cobre que parecen repujados en el metal, está ligada a la pintura flamenca.