Primavera en ValSassina, cuadro de título apócrifo, ya que el artista, al ver publicada su obra con un título similar, aseguraba que nunca había estado en Valsassina. El pequeño óleo, probablemente una vista de piedemonte sobre Borgotaro como las demás de la época, está ejecutado con mano suelta y segura, enmarca una verde pradera salpicada de rocas blancas y algunos refugios idénticos, recortados sobre el fondo de la imponente cadena de montañas que sube hasta el horizonte. El aspecto dinámico, casi frenético, de un paisaje que parece escaparse a la vista en un crescendo de vitalidad y complejidad de signos, se logra a través de la pincelada decidida, alargada, oblicua, dirigida de distinta manera para sugerir la variación de las laderas. Desde la marcada horizontalidad, el lienzo denota un lado izquierdo en el que prevalece un trazo más amplio y matérico que esboza luces, sombras y masas, que se hace eco en el derecho, una textura cromática mucho más densa, construida con rigor para precisar los detalles y conducir los lejanos ojo, como en vuelo, hacia las cumbres nevadas; la sombra de las montañas coloreada de azul gélido rebota en prados, peñascos y cabañas para encontrarse con los verdes y ocres brillantes en una sinfonía ácida pero muy brillante, tal como sucede en los manantiales fríos a gran altura.