Natural de Sestri Ponente, entonces un pequeño pueblo autónomo en el mar al oeste de Génova, Antonio Travi eligió el género paisajístico como campo privilegiado de su creación artística a mediados del siglo XVII, poniéndose a la atención del noble cliente de la República por sus vistas rústicas pobladas de figurillas vestidas con ropas humildes y dedicadas a las ocupaciones cotidianas: pescadores, pastores o caminantes se colocan junto a casas en ruinas, anticipando el género pintoresco del siglo siguiente. Travi formado en el taller de Bernardo Strozzi, Travi deriva del maestro la evidencia de la pincelada y el amor por el color, diferenciándose sin embargo del Cappuccino por una claridad y precisión que se parece al flamenco activo en Génova y tiene una referencia particular en el German Goffredo Waals, de paso por la ciudad en 1623 y presente en diversas colecciones de la aristocracia local. Los amplios espacios abiertos en el cielo de las pinturas de Travi se iluminan así con un brillo adamantino representado con sutiles velos, aunque a veces atravesados por nubes con un rasgo más matérico. La misma cotidianidad popular de los temas de su género caracteriza también las pinturas de tema sacro, siempre dominadas por un orden y una claridad de composición que infunde una soberana calma en el ambiente representado. La Adoración de los pastores del Palacio Bianco destaca, dentro del catálogo del artista, por el decisivo primer plano adoptado y por la imposición de las numerosas figuras sobre el fondo; típicos de su paleta son los precisos acordes cromáticos y la estudiada inserción de colores más vivos sobre los tonos básicos de tierras y blancos, sutilmente modulados. Ciertamente también encontramos en esta obra, aunque tan repleta de figuras, ese sentimiento de "profunda contemplación" y esa "poética de los largos silencios" que la crítica reconoce al artista. Un realismo más grotesco emerge solo en las tres figuras debajo del arco a la derecha del lienzo, que recuerdan la pintura de género nórdico.