El tema del paisaje metropolitano, con sus estructuras anónimas e inquietantes, adquiere una cadencia obsesiva que resuena con una composición monocroma. Los rincones urbanos se sintetizan así en una atmósfera opaca y pesada, vagamente inquietante, cuyas tonalidades viscosas generan un sentido de creciente malestar. La obra mantiene su estatus de extraña ambigüedad para cuestionar la relación de familiaridad y de fugaz analogía con respecto al mundo en el que vivimos.