La obra forma parte de una importante serie de obras abstractas iniciadas por el pintor en Francia en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Realizado con una técnica esencialmente gestual y gráfica de lúcida síntesis compositiva, ya la vez de extremada carga espiritual, el lienzo representa un buen ejemplo de la más alta producción del artista alemán. Hartung, que siempre carga de lirismo espacial la densa textura de su grafismo pictórico, se expresa aquí con absoluta coherencia estilística y sutileza cromática, vibrante de sensibilidad y armonía entre signo, gesto y color. En la composición T. 50-5 la relación entre improvisación gráfica y tejido pictórico se sustancia -según la intención del autor- en una experiencia total de la realidad. Sobre un fondo preparado para recibirlas dibuja trazos vibrantes, incisivos, secos y afilados, llenos de emociones, ya recurrentes en los dibujos a tinta de la juventud.