Jerónimo está de rodillas estudiando y traduciendo la Sagrada Escritura, cuando una voz del cielo lo llama (representada simbólicamente por una trompeta) que lo hace girar y mirar hacia arriba. Se refiere a un episodio de su vida: una visión que tuvo durante su primer viaje a Palestina, narrada en una carta del mismo santo a Eutiquio: "De repente fui agarrado en espíritu y arrastrado frente al asiento del Juez... Me pidieron que declarara mi condición y le respondí que era cristiano. Pero el Presidente dijo: "Mientes, eres ciceroniano, no cristiano. Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón"... Jurando apelé al nombre del Señor: "Oh Señor, si alguna vez he libros de nuevo mundanos o los leeré, te habré negado”” (Girolamo, ed. 1980, pp. 125-129).